Contemplando un mundo de desigualdades, me encuentro con la chica proveniente del mundo de contradicciones. Con su cara de ángel, sus ropas negras con tachuelas, su colgante en forma de cruz con incrustaciones en alguna piedra no preciosa y algunas marcas lejanas de golpes de furia.

Toma un tren cada dos días, y lo paga en especias. No lleva más que un pequeño bolso de redondos contornos y oscuro cuero, en él, maquillaje, un libro y decenas de postales sin enviar; dejan espacio suficiente para apretarlo contra su pecho día y noche.

Aneta tuvo que cambiarse el nombre hace no menos de un año. Ya ni quiere recordar aquel que usaba en su vida de casada, en donde sus anillos eran todos de oro, su auto de lujo y su pelo peinado de peluquería todos los días.

03/07/2009 Escrito en el tren yendo de Marsella a Bandol a comer a la casa de una amiga de Flor