No es más otra la gravedad que apura al río a dejar quieto en apariencias mientras salta frente a mi, esquiva las piedras y disfraza el paisaje con un entre, en donde todo cambia y no son no más que las actitudes que se vuelven caóticas con delicadeza. Ese límite al que todos queremos llegar y no podemos verlo, cuando nos acercamos, uno o varios remolinos nos dan vuelta y nos muestran la cara mareada, divide sin mostrar barrera y a su vez proporciona los hilos ínfimos que nos une al otro lado.

31/01/2018