Los muchachos cansados empiezan a sentir la presión de la inminente batalla en sus brazos. La cuchara sopera se vuelve pesada entre sus dedos y el gusto en su boca desaparece. Gozan de una libertad insatisfactoria y temen con un miedo solitario el momento de salir al campo en busca de una nueva realidad. Las batallas son duras, con incontables perdidas que cada uno recordará con orgullo como las más feroces de sus victorias. Tienen lo necesario, están preparados; y aguardan. Esperan que lo poco que queda de paz se consuma, ya que presienten. Cuando suceda quedarán inmóviles, ya saben lo que hacer, pero en un segundo lo olvidarán. Es si no hasta el final la guerra cuando sus sonrisas se restituirán y la nueva paz llene los corazones.

20/08/2014