Los fragmentos que vamos encontrando en la vida son muchos y diversos. Descubrimos siempre la manera de medirlos bajo nuestros ojos, algunos creemos que nos gustan. Aunque no encajen los apretamos contra el pecho y no los dejamos ir, esperando que cedan o nos amoldamos inconscientemente. Con un momento de introspección nos damos cuenta que las piezas halladas están desordenadas y barajamos de nuevo. El rompecabezas de nuestro ser nunca está completo pero tiempo no para, no existe la quietud. Nos damos cuenta cuando encontramos esa fracción que sin juzgar corresponde perfectamente a lo que ahora es nuestro todo. Entonces el movimiento se vuelve armónico.

03/06/2018