Por la puerta se entra a muchos lados, pero no a todos. Se entra a la escuela, al trabajo, e incluso a la cárcel. También se entra a una casa. Pero no se entra por una puerta a una mujer. Una mujer tiene más ventanas por donde mirar al exterior. A veces con cortinas, a veces con persianas. Uno tiene que hacer señas desde afuera, desde el jardín. Cuando una mujer te deja entrar por la puerta, te sentís cómodo. Te querés quedar a vivir ahí, todo está alfombrado. Tarde o temprano te ves afuera, y enseguida volvés a tocar la puerta, o el timbre, o volvés a saludar por la ventana. Está limpiando. Hay casas en donde podes escabullirte por la puerta de atrás. En otras la escalera llega al primer piso. Y si alguna vez te encontrás en la bañadera de una casa, ya sos huésped permanente. De a poco ves a los chicos subir las escaleras corriendo y saltando en los sillones. Y cuando quedan fritos, te sacas los zapatos y vas a la alfombra, esa que visitaste tantas veces. No te dejan pisarla, dice que hay que limpiarla, pero parece inmaculada. Entonces terminás en la cocina, te servís un whisky y salís por la puerta.

31/05/2014